lunes, 5 de marzo de 2007

LA LEYENDA DEL DESERTOR

La leyenda del desertor

Por aquellos años, y hasta bien entrado el siglo XX, cuando una criatura no era reconocida por sus padres, había dos caminos: el infanticidio o el torno. El infanticidio llegó a ser tan grande que el Derecho Penal lo definía como: “Muerte dada a un recién nacido por su madre o por sus abuelos maternos para ocultar su deshonra”. Esta definición, nos da una idea bastante clara de las cosas que ocurrían y de los motivos por los que ocurrían.

El torno era, en cambio, una salida mas acorde con el sentido humano. Se trataba de un dispositivo similar a una puerta giratoria (pero pequeña) armado en madera, con un piso y un techo circulares, utilizado para entrar bultos a los conventos sin que desde el interior se pudiera ver al donante. Para ello, el torno, contaba con una cantidad de “aletas” o “puertas” como para que al girar, en ningún momento quedara a la vista la abertura en que se hallaba instalado el mecanismo. Se colocaba el canastito con el bebé, se hacía sonar la campana y, desde el interior, giraban el torno ingresando al bebé hasta su mayoría de edad y, algunas veces, para toda la vida.
Debido a las circunstancias en que se produjo el nacimiento de Carlos Gardel, los investigadores debieron trabajar mucho durante largo tiempo con la finalidad de alcanzar a conocer la mayor cantidad de datos y estudiarlos e interpretarlos adecuadamente para arribar a conclusiones lo mas claras posibles de tan sombrío ori-gen. La total ausencia de documentos iniciales en la vida del cantor, obligó a estudiar minuciosamente y con sumo cuidado los testimonios dejados por aquellas personas que realmente lo conocieron e inclusive contrastarlos con declaraciones realizadas por el propio cantor que, aunque nunca supo con precisión cuando nació, afirmaba con seguridad y muy naturalmente donde vio la luz por vez primera:
“Nací aquí en Tacuarembó lo que por otra parte, por sabido, es ocioso aclarar” dijo para el diario “La Tribuna” de Tacuarembó del 1º de octubre de 1933.
Y, para “El Telégrafo” de Paysandú, el 25 del mismo mes y año, ante la insistencia del periodista, expresó:
“Un artista, un hombre de ciencia, no tienen nacionalidad, un cantor tampoco, es de todos y, sobre todo, su patria es donde oye aplausos, pero ya que insiste: uruguayo, nacido en Tacuarembó”.

Es sorprendente, y sospechoso, que la Historia Oficial no repare en las declaraciones que el cantor hacía al periodismo y en los documentos y tramitaciones legales: compra y venta de inmuebles, cuentas bancarias en nuestro país y el exterior, etc. Si el nombre Carlos Gardel, es un seudónimo, como dice un testamento absurdo e infundado, ¿cómo es que figura en sus documentos? o ¿cómo logró, en los Estados Unidos, por ejemplo, tener cuentas bancarias?

Durante mucho tiempo se dijo que Gardel ocultaba su “verdadero” origen por no haber cumplido con el servicio militar en Francia. Pero, las nuevas generaciones de investigadores, que observaron los hechos con mayor lucidez al no encontrarse comprometidos sentimentalmente con el pasado, se volcaron a averiguar, a partir de los años sesenta, cuanto había de cierto en aquella premisa, tan difundida del “Gardel desertor” y estudiaron las leyes y reglamentos del ejército francés de la época en que supuestamente el cantor tenía que cumplir con el servicio militar.



Las leyes militares francesas


Acomienzos del siglo XX, en Francia, el servicio militar era “obligatorio para todos los ciudadanos aptos y residentes en su territorio o en países vecinos” a los 18 años de edad. Es decir que la obligación para cumplir con el servicio militar, por parte de Charles Romuald Gardes, correspondía al año 1909. Con este dato, se le solicitó al Consulado Uruguayo en Toulouse que informara si en el “Registro de Reclutamiento” correspondiente a la clase 1890, de la mencionada ciudad, figuraba Charles Romuald Gardes.
En respuesta a lo solicitado, el vicecónsul uruguayo en Toulouse envió un informe fechado el 14 de noviembre de 1961 diciendo que el mencionado Charles Romuald Gardes, clase 1890, no figura en el “Registro de Reclutamiento”, observando además que... “Desde el momento que no figura en el fichero de reclutamiento es que no fue llamado a filas por no estar incluido en el Censo General de la ciudad de Toulouse”.
Y no podía ser de otra forma. Lo ilógico hubiese sido que figurara, porque el censo sólo incluía a los residentes en Toulouse hasta 1908 que es cuando lo tenían que citar para cumplir con el servicio militar en 1909 y Charles Romuald Gardes vivía en Buenos Aires, con su madre, desde 1893.
El silencio observado por la Historia Oficial, nos hace presumir que los “investigadores” argentinos hicieron la misma averiguación y al comprobar, ellos también, que no existió la convocatoria, prefirieron cerrar la boca.

Las leyes militares francesas (y europeas en general), establecían como condición necesaria para exigir el cumplimiento del servicio militar, la residencia en territorio francés o en países vecinos. Pero además, en todo ésto, hay una cuestión mucho mas elemental pues, si atendemos bien a lo que establecían las leyes y tenemos en cuenta el simple hecho de que no existió la convocatoria para cumplir con el servicio militar, el tal Charles Romuald Gardes, clase 1890, no era desertor. Para calificar a alguien como desertor se debe tener la prueba de que existió la convocatoria o la incorporación y, a pesar de ello, no se presentó o se fue sin que le dieran la baja, es decir, se escapó.

De estas investigaciones, iniciadas a partir de 1960, Armando Defino se hallaba perfectamente enterado porque, sabiéndose muy enfermo y próximo a su fin, tal vez temiendo lo que se pudiera comentar después de su muerte, intentó deshacerse de sospechas diciendo: “Nunca supe, porque mi discreción me impidió interrogar a Carlos, sobre el motivo que lo llevó a alterar su nacionalidad”.

La legislación francesa establecía además que a los ciudadanos residentes en países de ultramar se les postergaba el cumplimiento del servicio desde los 18 años hasta un máximo de 29 años de edad. Esto significa que Charles Romuald Gardes quedó exento de cumplir con tal obligación a partir del 11 de diciembre de 1919, día en que cumplió los 29 años de edad. Por ello es que carece de toda lógica argumentar que Gardel se hizo uruguayo para escapar a las sanciones que pudieran corresponderle por eludir una obligación que tenía diferida desde 1909 y de la cual quedaba libre a partir de 1919 cuando ni soñaba que algún día pudiera cantar en Francia. Además, el cantor obtiene su documentación recién en el año 1920, declarando ser uruguayo cuando ya no existían las inventadas dificultades de la deserción.

No obstante, la cuestión mas importante aún es que la legislación francesa de entonces, eximía de cumplir el servicio militar a todo ciudadano que fuese hijo único de madre viuda o soltera y, como ya se sabe, Charles Romuald Gardes figura anotado en el acta de nacimiento de Toulouse como hijo de Berta Gardes, soltera, y de padre desconocido. Por ello nunca fue convocado.

Quienes desean la nacionalidad francesa para Carlos Gardel argumentan, entre otras cosas, que el cantor llegó a nuestro país con algo mas de dos años de edad y no tenía por qué conocer las leyes militares de Francia y, ante el estallido, en 1914, de la primera gran guerra, por las dudas, se cambió la nacionalidad. Quienes ésto argumentan, si no ignoran la historia y evolución de la sociedad en el Río de la Plata, sencillamente mienten a sabiendas. En efecto, todos los extranjeros que habitaban nuestro país se hallaban muy preocupados e interesados por las leyes de sus países de origen al estallar la primera gran guerra europea y ésto era el tema de conversación cotidiana, especialmente, entre quienes habían llegado a nuestro país de muy pequeños y no sentían ninguna inclinación por participar en semejante contienda. Hasta los más incultos trataban de informarse si es que podían o no ser obligados a pelear por su país natal. Por ello, nuestro gobierno, para evitar el caos social (no olvidemos que por entonces la mayor parte de la población de la ciudad de Buenos Aires era extranjera y de origen europeo) dejó bien claro que el poder ejecutivo no iba a intervenir en la decisión que cada cual tomara. De manera que argumentar semejante tontería significa creer que Carlos Gardel era poco menos que un botarate al desconocer (si es que era francés) las leyes de su país en una situación tan particular como la que se estaba viviendo y de la que todo el mundo hablaba.
Cabe ahora plantearse que si, como lo pretende la Historia Oficial, el cantor necesitaba esconder su hipotética nacionalidad francesa y vivía en Buenos Aires donde había comenzado a desarrollar la parte mas importante de toda su carrera ¿por que motivo entonces, no se declaró argentino?...

La ciudadanía argentina

Quienes creen en la Historia Oficial señalan que si Gardel se hubiese declarado argentino, tenía que cumplir con el servicio militar de nuestro país, mientras que en Uruguay no existe el servicio militar obligatorio. Sin embargo, tampoco este argumento resulta coherente porque en 1923, cuando el cantor se naturalizó como ciudadano argentino, quedó bajo las disposiciones legales establecidas en el artículo 21 de la Constitución Nacional que determinaba:
“Los ciudadanos por naturalización son libres de prestar o no este servicio por el término de 10 años contados desde el día en que obtengan su carta de ciudadanía”.
En la libreta de Enrolamiento de Gardel, en la parte correspondiente a las anotaciones militares, leemos: “Carta de ciudadanía otorgada por el Juez Mariano Anchorena. Acta 218125. 1º de mayo de 1923. Las obligaciones del causante comienzan desde esta fecha”.

Por su parte la ley 4031, que reglamentaba el artículo 21 de la Constitución, establecía que el servicio militar debía cumplirse entre los 20 y los 45 años de edad.
Habiendo dado el cantor como fecha legal de su nacimiento el 11 de diciembre de 1887, el plazo para cumplir con las obligaciones militares venció el 11 de diciembre de 1932, día en que cumplió 45 años de edad y, está demás decirlo, Carlos Gardel no fue incorporado al servicio militar que, como ciudadano argentino naturalizado, le hubiese correspondido. De alguna manera, mediante influencias que tal vez nunca conoceremos, eludió tal compromiso. Todo esto significa que la Historia Oficial se contradice demasiado cuando afirma que Gardel, ocultando su origen francés, se declaró uruguayo para no tener obligaciones militares con nuestro país, porque al solicitar la ciudadanía argentina adquirió las obligaciones militares que como uruguayo no tenía.
Gardel se declaró siempre uruguayo sencillamente porque lo era, no por escapar a obligaciones militares de ningún país. Además, desde 1869 regía en la República Argentina la ley nacional Nº 346 que, en su artículo 2º disponía:
“Son ciudadanos por naturalización los extranjeros mayores de 18 años que residieren en la República dos años continuos y manifestasen ante los Jueces Federales su voluntad de serlo.”

Gardel, de haber sido realmente francés, acreditando esa nacionalidad y su residencia en el país desde 1893, pudo haberse acogido a los beneficios de esta ley a partir de 1908, cuando aún no pasaba por su imaginación ni el menor destello de lo que llegaría a ser como cantante. Nadie puede creer que Gardel en 1908 ocultaba su nacionalidad francesa porque sabía que, en 1914, se produciría la primera guerra europea o que 20 años mas tarde tenía que cantar en París. Asimismo, antes de la primera guerra no había razones para ocultar su origen francés. Si en aquellos años no se nacionalizó como argentino fue sencillamente porque, como ya hemos dicho, su nacimiento no fue registrado y, por ello, carecía de la documentación legal necesaria.

Los escribas de la Historia Oficial, con la torpe ingenuidad (por no decir ignorancia) que los caracteriza, insisten en que si bien no había problemas antes de la primera guerra, Carlos Gardel no se naturalizó como argentino para no tener compromisos militares con nuestro país; pero, en ningún momento se detienen a explicar la ciudadanía argentina solicitada en el año 1923 desde su nacionalidad uruguaya sabiendo que en Uruguay no existe el servicio militar obligatorio.

Las mentiras oficiales

La Historia Oficial se enredó tanto en sus pobres argumentos que quedó sin margen para intentar una salida decorosa; además de contradecirse, no tiene ningún reparo en mostrarnos un Gardel atacado por una extraña patología consistente en un permanente temor al servicio militar. Tratar de evitar el servicio militar fue siempre algo común; pero cuando la vida de una persona constantemente gira alrededor de ese tema, nos hallamos frente a un trastorno mental que, en psicopatología se conoce como “neurosis fóbica” y consiste en vivir huyendo, a raíz de un miedo sin causa aparente, a ciertos estímulos: en el caso de Gardel, al servicio militar. Este hombre tan temeroso a dichas obligaciones, este Gardel al que cuando chico, según los fabulistas de la Historia Oficial, apodaban “El Francesito”, figura, aún hoy, anotado en los archivos escolares como de nacionalidad desconocida. Y no podía ser de otra forma ya que, como vimos, no tenía documento alguno que certificara su identidad. Pero además, como ya hemos dicho, la República Argentina siempre consideró una decisión pura y exclusivamente personal de los extranjeros el concurrir o no a las guerras en que pudieran verse implicados sus países de origen, de manera que nadie iba a perseguir a Gardel si decía que era francés. Y ésto, en los años de la primera gran guerra europea, lo sabían todos los extranjeros radicados en nuestro país. Aparentemente, según la Historia Oficial, el único que no lo sabía era Gardel. De esta forma, resulta incoherente argüir que el cantor se declaró uruguayo para cantar en Francia pues, cuando obtuvo su documentación legal, ni él ni nadie pensaba que iba a recorrer el mundo con su arte.

Armando Defino, en su libro “Carlos Gardel, la verdad de una vida”, cuenta que varios hermanos de Berta participaron en esa guerra donde, el menor de ellos, murió en el campo de batalla. La familia conservó las charreteras y distinciones obtenidas en la lucha. Si Gardel hubiese sido desertor, como lo desea la Historia Oficial, tomando en cuenta la mentalidad del ciudadano francés de entonces, aquella familia no lo hubiese recibido con la cordialidad que lo recibió a fines de 1933.

De manera que el francesismo de Gardel es uno de los tantos inventos absurdos de la Historia Oficial que, conservando la distancia, podemos comparar con el cuento de la asistencia a clase de Sarmiento cuando niño, aún bajo la lluvia, en una zona de San Juan donde nunca llueve y donde no había escuelas, mientras al mismo tiempo se afirma que fue autodidacta; o al famoso “gobernar es poblar” de Juan Bautista Alberdi que consistió en un gigantesco genocidio para reemplazar la población autóctona por ingleses; o tantas otras macanas que hoy, las nuevas generaciones ya no se tragan.