lunes, 5 de marzo de 2007

LA LEYENDA DEL DESERTOR

La leyenda del desertor

Por aquellos años, y hasta bien entrado el siglo XX, cuando una criatura no era reconocida por sus padres, había dos caminos: el infanticidio o el torno. El infanticidio llegó a ser tan grande que el Derecho Penal lo definía como: “Muerte dada a un recién nacido por su madre o por sus abuelos maternos para ocultar su deshonra”. Esta definición, nos da una idea bastante clara de las cosas que ocurrían y de los motivos por los que ocurrían.

El torno era, en cambio, una salida mas acorde con el sentido humano. Se trataba de un dispositivo similar a una puerta giratoria (pero pequeña) armado en madera, con un piso y un techo circulares, utilizado para entrar bultos a los conventos sin que desde el interior se pudiera ver al donante. Para ello, el torno, contaba con una cantidad de “aletas” o “puertas” como para que al girar, en ningún momento quedara a la vista la abertura en que se hallaba instalado el mecanismo. Se colocaba el canastito con el bebé, se hacía sonar la campana y, desde el interior, giraban el torno ingresando al bebé hasta su mayoría de edad y, algunas veces, para toda la vida.
Debido a las circunstancias en que se produjo el nacimiento de Carlos Gardel, los investigadores debieron trabajar mucho durante largo tiempo con la finalidad de alcanzar a conocer la mayor cantidad de datos y estudiarlos e interpretarlos adecuadamente para arribar a conclusiones lo mas claras posibles de tan sombrío ori-gen. La total ausencia de documentos iniciales en la vida del cantor, obligó a estudiar minuciosamente y con sumo cuidado los testimonios dejados por aquellas personas que realmente lo conocieron e inclusive contrastarlos con declaraciones realizadas por el propio cantor que, aunque nunca supo con precisión cuando nació, afirmaba con seguridad y muy naturalmente donde vio la luz por vez primera:
“Nací aquí en Tacuarembó lo que por otra parte, por sabido, es ocioso aclarar” dijo para el diario “La Tribuna” de Tacuarembó del 1º de octubre de 1933.
Y, para “El Telégrafo” de Paysandú, el 25 del mismo mes y año, ante la insistencia del periodista, expresó:
“Un artista, un hombre de ciencia, no tienen nacionalidad, un cantor tampoco, es de todos y, sobre todo, su patria es donde oye aplausos, pero ya que insiste: uruguayo, nacido en Tacuarembó”.

Es sorprendente, y sospechoso, que la Historia Oficial no repare en las declaraciones que el cantor hacía al periodismo y en los documentos y tramitaciones legales: compra y venta de inmuebles, cuentas bancarias en nuestro país y el exterior, etc. Si el nombre Carlos Gardel, es un seudónimo, como dice un testamento absurdo e infundado, ¿cómo es que figura en sus documentos? o ¿cómo logró, en los Estados Unidos, por ejemplo, tener cuentas bancarias?

Durante mucho tiempo se dijo que Gardel ocultaba su “verdadero” origen por no haber cumplido con el servicio militar en Francia. Pero, las nuevas generaciones de investigadores, que observaron los hechos con mayor lucidez al no encontrarse comprometidos sentimentalmente con el pasado, se volcaron a averiguar, a partir de los años sesenta, cuanto había de cierto en aquella premisa, tan difundida del “Gardel desertor” y estudiaron las leyes y reglamentos del ejército francés de la época en que supuestamente el cantor tenía que cumplir con el servicio militar.



Las leyes militares francesas


Acomienzos del siglo XX, en Francia, el servicio militar era “obligatorio para todos los ciudadanos aptos y residentes en su territorio o en países vecinos” a los 18 años de edad. Es decir que la obligación para cumplir con el servicio militar, por parte de Charles Romuald Gardes, correspondía al año 1909. Con este dato, se le solicitó al Consulado Uruguayo en Toulouse que informara si en el “Registro de Reclutamiento” correspondiente a la clase 1890, de la mencionada ciudad, figuraba Charles Romuald Gardes.
En respuesta a lo solicitado, el vicecónsul uruguayo en Toulouse envió un informe fechado el 14 de noviembre de 1961 diciendo que el mencionado Charles Romuald Gardes, clase 1890, no figura en el “Registro de Reclutamiento”, observando además que... “Desde el momento que no figura en el fichero de reclutamiento es que no fue llamado a filas por no estar incluido en el Censo General de la ciudad de Toulouse”.
Y no podía ser de otra forma. Lo ilógico hubiese sido que figurara, porque el censo sólo incluía a los residentes en Toulouse hasta 1908 que es cuando lo tenían que citar para cumplir con el servicio militar en 1909 y Charles Romuald Gardes vivía en Buenos Aires, con su madre, desde 1893.
El silencio observado por la Historia Oficial, nos hace presumir que los “investigadores” argentinos hicieron la misma averiguación y al comprobar, ellos también, que no existió la convocatoria, prefirieron cerrar la boca.

Las leyes militares francesas (y europeas en general), establecían como condición necesaria para exigir el cumplimiento del servicio militar, la residencia en territorio francés o en países vecinos. Pero además, en todo ésto, hay una cuestión mucho mas elemental pues, si atendemos bien a lo que establecían las leyes y tenemos en cuenta el simple hecho de que no existió la convocatoria para cumplir con el servicio militar, el tal Charles Romuald Gardes, clase 1890, no era desertor. Para calificar a alguien como desertor se debe tener la prueba de que existió la convocatoria o la incorporación y, a pesar de ello, no se presentó o se fue sin que le dieran la baja, es decir, se escapó.

De estas investigaciones, iniciadas a partir de 1960, Armando Defino se hallaba perfectamente enterado porque, sabiéndose muy enfermo y próximo a su fin, tal vez temiendo lo que se pudiera comentar después de su muerte, intentó deshacerse de sospechas diciendo: “Nunca supe, porque mi discreción me impidió interrogar a Carlos, sobre el motivo que lo llevó a alterar su nacionalidad”.

La legislación francesa establecía además que a los ciudadanos residentes en países de ultramar se les postergaba el cumplimiento del servicio desde los 18 años hasta un máximo de 29 años de edad. Esto significa que Charles Romuald Gardes quedó exento de cumplir con tal obligación a partir del 11 de diciembre de 1919, día en que cumplió los 29 años de edad. Por ello es que carece de toda lógica argumentar que Gardel se hizo uruguayo para escapar a las sanciones que pudieran corresponderle por eludir una obligación que tenía diferida desde 1909 y de la cual quedaba libre a partir de 1919 cuando ni soñaba que algún día pudiera cantar en Francia. Además, el cantor obtiene su documentación recién en el año 1920, declarando ser uruguayo cuando ya no existían las inventadas dificultades de la deserción.

No obstante, la cuestión mas importante aún es que la legislación francesa de entonces, eximía de cumplir el servicio militar a todo ciudadano que fuese hijo único de madre viuda o soltera y, como ya se sabe, Charles Romuald Gardes figura anotado en el acta de nacimiento de Toulouse como hijo de Berta Gardes, soltera, y de padre desconocido. Por ello nunca fue convocado.

Quienes desean la nacionalidad francesa para Carlos Gardel argumentan, entre otras cosas, que el cantor llegó a nuestro país con algo mas de dos años de edad y no tenía por qué conocer las leyes militares de Francia y, ante el estallido, en 1914, de la primera gran guerra, por las dudas, se cambió la nacionalidad. Quienes ésto argumentan, si no ignoran la historia y evolución de la sociedad en el Río de la Plata, sencillamente mienten a sabiendas. En efecto, todos los extranjeros que habitaban nuestro país se hallaban muy preocupados e interesados por las leyes de sus países de origen al estallar la primera gran guerra europea y ésto era el tema de conversación cotidiana, especialmente, entre quienes habían llegado a nuestro país de muy pequeños y no sentían ninguna inclinación por participar en semejante contienda. Hasta los más incultos trataban de informarse si es que podían o no ser obligados a pelear por su país natal. Por ello, nuestro gobierno, para evitar el caos social (no olvidemos que por entonces la mayor parte de la población de la ciudad de Buenos Aires era extranjera y de origen europeo) dejó bien claro que el poder ejecutivo no iba a intervenir en la decisión que cada cual tomara. De manera que argumentar semejante tontería significa creer que Carlos Gardel era poco menos que un botarate al desconocer (si es que era francés) las leyes de su país en una situación tan particular como la que se estaba viviendo y de la que todo el mundo hablaba.
Cabe ahora plantearse que si, como lo pretende la Historia Oficial, el cantor necesitaba esconder su hipotética nacionalidad francesa y vivía en Buenos Aires donde había comenzado a desarrollar la parte mas importante de toda su carrera ¿por que motivo entonces, no se declaró argentino?...

La ciudadanía argentina

Quienes creen en la Historia Oficial señalan que si Gardel se hubiese declarado argentino, tenía que cumplir con el servicio militar de nuestro país, mientras que en Uruguay no existe el servicio militar obligatorio. Sin embargo, tampoco este argumento resulta coherente porque en 1923, cuando el cantor se naturalizó como ciudadano argentino, quedó bajo las disposiciones legales establecidas en el artículo 21 de la Constitución Nacional que determinaba:
“Los ciudadanos por naturalización son libres de prestar o no este servicio por el término de 10 años contados desde el día en que obtengan su carta de ciudadanía”.
En la libreta de Enrolamiento de Gardel, en la parte correspondiente a las anotaciones militares, leemos: “Carta de ciudadanía otorgada por el Juez Mariano Anchorena. Acta 218125. 1º de mayo de 1923. Las obligaciones del causante comienzan desde esta fecha”.

Por su parte la ley 4031, que reglamentaba el artículo 21 de la Constitución, establecía que el servicio militar debía cumplirse entre los 20 y los 45 años de edad.
Habiendo dado el cantor como fecha legal de su nacimiento el 11 de diciembre de 1887, el plazo para cumplir con las obligaciones militares venció el 11 de diciembre de 1932, día en que cumplió 45 años de edad y, está demás decirlo, Carlos Gardel no fue incorporado al servicio militar que, como ciudadano argentino naturalizado, le hubiese correspondido. De alguna manera, mediante influencias que tal vez nunca conoceremos, eludió tal compromiso. Todo esto significa que la Historia Oficial se contradice demasiado cuando afirma que Gardel, ocultando su origen francés, se declaró uruguayo para no tener obligaciones militares con nuestro país, porque al solicitar la ciudadanía argentina adquirió las obligaciones militares que como uruguayo no tenía.
Gardel se declaró siempre uruguayo sencillamente porque lo era, no por escapar a obligaciones militares de ningún país. Además, desde 1869 regía en la República Argentina la ley nacional Nº 346 que, en su artículo 2º disponía:
“Son ciudadanos por naturalización los extranjeros mayores de 18 años que residieren en la República dos años continuos y manifestasen ante los Jueces Federales su voluntad de serlo.”

Gardel, de haber sido realmente francés, acreditando esa nacionalidad y su residencia en el país desde 1893, pudo haberse acogido a los beneficios de esta ley a partir de 1908, cuando aún no pasaba por su imaginación ni el menor destello de lo que llegaría a ser como cantante. Nadie puede creer que Gardel en 1908 ocultaba su nacionalidad francesa porque sabía que, en 1914, se produciría la primera guerra europea o que 20 años mas tarde tenía que cantar en París. Asimismo, antes de la primera guerra no había razones para ocultar su origen francés. Si en aquellos años no se nacionalizó como argentino fue sencillamente porque, como ya hemos dicho, su nacimiento no fue registrado y, por ello, carecía de la documentación legal necesaria.

Los escribas de la Historia Oficial, con la torpe ingenuidad (por no decir ignorancia) que los caracteriza, insisten en que si bien no había problemas antes de la primera guerra, Carlos Gardel no se naturalizó como argentino para no tener compromisos militares con nuestro país; pero, en ningún momento se detienen a explicar la ciudadanía argentina solicitada en el año 1923 desde su nacionalidad uruguaya sabiendo que en Uruguay no existe el servicio militar obligatorio.

Las mentiras oficiales

La Historia Oficial se enredó tanto en sus pobres argumentos que quedó sin margen para intentar una salida decorosa; además de contradecirse, no tiene ningún reparo en mostrarnos un Gardel atacado por una extraña patología consistente en un permanente temor al servicio militar. Tratar de evitar el servicio militar fue siempre algo común; pero cuando la vida de una persona constantemente gira alrededor de ese tema, nos hallamos frente a un trastorno mental que, en psicopatología se conoce como “neurosis fóbica” y consiste en vivir huyendo, a raíz de un miedo sin causa aparente, a ciertos estímulos: en el caso de Gardel, al servicio militar. Este hombre tan temeroso a dichas obligaciones, este Gardel al que cuando chico, según los fabulistas de la Historia Oficial, apodaban “El Francesito”, figura, aún hoy, anotado en los archivos escolares como de nacionalidad desconocida. Y no podía ser de otra forma ya que, como vimos, no tenía documento alguno que certificara su identidad. Pero además, como ya hemos dicho, la República Argentina siempre consideró una decisión pura y exclusivamente personal de los extranjeros el concurrir o no a las guerras en que pudieran verse implicados sus países de origen, de manera que nadie iba a perseguir a Gardel si decía que era francés. Y ésto, en los años de la primera gran guerra europea, lo sabían todos los extranjeros radicados en nuestro país. Aparentemente, según la Historia Oficial, el único que no lo sabía era Gardel. De esta forma, resulta incoherente argüir que el cantor se declaró uruguayo para cantar en Francia pues, cuando obtuvo su documentación legal, ni él ni nadie pensaba que iba a recorrer el mundo con su arte.

Armando Defino, en su libro “Carlos Gardel, la verdad de una vida”, cuenta que varios hermanos de Berta participaron en esa guerra donde, el menor de ellos, murió en el campo de batalla. La familia conservó las charreteras y distinciones obtenidas en la lucha. Si Gardel hubiese sido desertor, como lo desea la Historia Oficial, tomando en cuenta la mentalidad del ciudadano francés de entonces, aquella familia no lo hubiese recibido con la cordialidad que lo recibió a fines de 1933.

De manera que el francesismo de Gardel es uno de los tantos inventos absurdos de la Historia Oficial que, conservando la distancia, podemos comparar con el cuento de la asistencia a clase de Sarmiento cuando niño, aún bajo la lluvia, en una zona de San Juan donde nunca llueve y donde no había escuelas, mientras al mismo tiempo se afirma que fue autodidacta; o al famoso “gobernar es poblar” de Juan Bautista Alberdi que consistió en un gigantesco genocidio para reemplazar la población autóctona por ingleses; o tantas otras macanas que hoy, las nuevas generaciones ya no se tragan.

domingo, 4 de marzo de 2007

Carlos Gardel - Nacimiento - Familia - Circunstancias

Indice de la entrada

EL NACIMIENTO
- Carlos Escayola - Primer matrimonio de Escayola - Juana Sghirla
- La viudez de Escayola - Segundo matrimonio de Escayola
- Manuela Bentos de Mora
- Escayola en el poder
- El Departamento de Tacuarembó
- Villa San Fructuoso - Las minas de oro - Minina Flor - Víctor L’Olivier - La Rosada - La Compañía Francesa del Oro - Los cambios sociales
- Nace Carlos Gardel - Valle Edén - Julio
- Las madres solteras -

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El nacimiento

El nacimiento de Carlos Gardel es tan oscuro y confuso que muchas veces se torna difícil seguir su rastro durante los primeros años de su vida debido a la abundante cantidad de datos intrincados, casi siempre mal relacionados entre sí, que se hace necesario manejar para poder ordenar el caos que tan generosamente han derramado los escribas de la Historia Oficial con el inconfesable propósito de borrar todo vestigio de su verdadero origen.
Esta primera etapa, en la vida de cualquier ser humano, es la mas importante porque modela la personalidad vital; y de la capacidad que se tenga para desarrollar esa personalidad, dependerán el éxito, el fracaso o la mediocridad de cada uno. De ahí que no se puede ni se debe pasar por alto la oculta historia del nacimiento, infancia y adolescencia del más célebre cantante popular del Río de la Plata. Los estudiosos e investigadores del comportamiento humano han coincidido siempre en que toda conducta adulta, por compleja que ésta sea, tiene su justificativo y explicación profunda durante los primeros años de vida. Es por ello que, para iniciar la historia de nuestro personaje, tenemos que ubicarnos en el Uruguay de la segunda mitad del siglo XIX.

Carlos Escayola
El 23 de octubre de 1845, en la ciudad de Montevideo, nace Carlos Félix Escayola, hijo de Juan Escayola (1818-1851), español de Cataluña, carpintero, y de Bonifacia Medina (1816-1897), uruguaya, nacida en Minas, casada en 1840, en segundas nupcias, y con una hija, María Candelaria, de su primer matrimonio. Los abuelos paternos fueron Juan Antonio Escayola y Narcisa Carayemas, ambos, españoles; y los maternos, Basilio Medina, de Cerro Largo, y Manuela Mansilla, de Río Grande do Sul (Brasil).

Juan Escayola y Bonifacia Medina tuvieron cuatro hijos: Juan Gualberto, nacido en 1841, Segundo, en 1843, el ya mencionado Carlos, en 1845, y Elodina, la única mujer, nacida en 1847.



Fragmento del artículo publicado por el diario
“El Comercio” de San Fructuoso
(documento restaurado)


Carlos Escayola pasó su infancia y adolescencia en el Queguay, localidad perteneciente al Departamento de Paysandú, jugando a la taba “y rascando las cuerdas de una guitarra”. Era el niño mimado de las chicas “por su belleza y por su habi-lidad como guitarrista. No había milonga ni pericón conocido que él no tuviera en la punta de los dedos o en las uñas” según reza el ejemplar del periódico “El Comercio”, del 16 de noviembre de 1887, de Villa San Fructuoso, antiguo nombre de la actual ciudad de Tacuarembó.
El mencionado periódico disponía de un espacio titulado “Biografías de hombres célebres” y, en la fecha referida, había sido publicada una nota sobre Carlos Escayola que por entonces contaba con 42 años de edad, era coronel del Ejército y Jefe Político del Departamento de Tacuarembó.


Este hombre estudió en Paysandú y luego inició la carrera militar en Montevideo, abandonándola al poco tiempo. En 1864, durante el sitio de Paysandú, estuvo al lado del general brasileño Antonio de Souza Netto, casado con su medio hermana María Candelaria Escayola, y participó en la guerra de la Triple Alianza como secretario personal del citado general.
Cuando, en el año 1866, el general Souza Netto muere en Corrientes, Escayola, que por entonces contaba con 20 años de edad, se radica en Villa San Fructuoso, sobre la calle 18 de Julio Nº 134, frente al actual Hotel Tacuarembó. Al lado del domicilio de Carlos Escayola habitaba Juan Bautista Oliva (hijo de Marcos Oliva y de Clara Pittaluga), cónsul italiano en Tacuarembó que, además, era comerciante en un Almacén de Ramos Generales y Depósito de Lanas y Cueros, del que era propietario y se hallaba contiguo a su vivienda. De manera que Carlos Escayola y el señor Juan B. Oliva, con su almacén, eran vecinos y habitaban propiedades linderas sobre la calle principal de Villa San Fructuoso, población cabecera del Departamento de Tacuarembó.


Desde 1846, el cónsul italiano Juan B. Oliva estaba casado con Juana Sghirla, argentina, nacida en 1830 en Santa Fe (hija de Juan Sghirla y Blanca Balestra); tenían cuatro hijos, dos mujeres, Clara (1847-1871) y Blanca (1849-1886) y dos varones de los que no se poseen muchos datos, Clelio (que llegaría a tener una imprenta, y sería periodista y director del diario “El Heraldo” de Villa San Fructuoso) y Juan (que sería agrimensor).



Primer matrimonio de Escayola
En 1868, tras tres años de vecindad, Carlos Escayola contrae enlace con la mayor de las hijas del cónsul, Clara Oliva (1847-1871) de 21 años de edad; Escayola tiene por entonces 23. Un año mas tarde, en 1869, nace María Lelia, la hija menor del cónsul, y de la que Carlos Escayola fue su padrino de bautismo. Al año siguiente, 1870, nace Clara, la primera hija de Escayola.
Desde su llegada a San Fructuoso, Escayola mantuvo una estrecha relación con sus suegros, a punto tal que una vez instalado en la casa lindera, casi de inmediato, hizo colocar una puerta para comunicar ambas viviendas.
En 1871, después de tres años de matrimonio, fallece la esposa de Escayola, dejándolo con dos hijas a cargo: Clarita (1870 - 1939) y Gregoria Amabilia (1871-?).

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Clara Oliva (1847-1871)
Primer esposa de Escayola
La esposa de Escayola, Clara Oliva, había sido una mujer muy hogareña y apenas si salía para acompañar a su marido con motivo de algún festejo de cierta importancia o alguna reunión familiar. Se desconocen las causas que provocaron el fallecimiento de Clara Oliva, quien, al momento de morir, tenía sólo 24 años de edad. Sobre las causas de su deceso, ningún investigador aportó dato alguno, por mínimo que éste fuera.


Juana Sghirla
A esta mujer le agradaban las fiestas y reuniones, especialmente las que organizaba su yerno. Eran veladas musicales en las que Carlos Escayola tocaba la guitarra y a veces se sentaba con su suegra al piano para interpretar canciones de moda a cuatro manos. Ambos eran el centro de todas las reuniones, Doña Juana por su imponente belleza y Don Carlos por su temperamento dominante.


Carlos Escayola (1845-1915)
Foto restaurada

En toda la Villa se corrían rumores acerca de un secreto romance pasional entre ambos, incluso se decía que María Lelia, la última hija que dio a luz Juana Sghirla, no era hija del cónsul sino el fruto de las pasiones entre suegra y yerno.
Todo indicaría que, aparentemente, Clara Oliva, no llegó nunca a sospechar nada acerca del secreto romance que mantenían su esposo y su madre y, como es de imaginar, ni siquiera se enteró de los rumores que corrían en la Villa de San Fructuoso.
La licenciada María Selva Ortiz, en su interesante libro “El silencio de Tacuarem-bó” nos da la siguiente semblanza de doña Juana Sghirla: “Según versiones de la época, Juana Sghirla era una mujer de gran hermosura y no menor ambición, factor predominante en el casamiento de Carlos Escayola con sus tres hijas, acuciada por el interés de tener al Coronel a su lado, pues mantenía relaciones amorosas con su yerno, posiblemente antes del primer matrimonio de éste con Clara. Mujer carismática, de fuerte personalidad y gran poder, dirigió la vida de sus hijas de modo tal, que a través de sucesivos casamientos con Escayola, pudo mantener a su lado al Coronel”.

La viudez de Escayola
Tras la muerte de su esposa, Escayola organiza un viaje de olvido y distracción instalándose un tiempo en una estancia perteneciente al general Antonio de Souza Netto (el que fuera en vida su amigo), ubicada en los límites con Brasil. Cargadas las provisiones en carruajes y carretas, Escayola parte acompañado de amigos, varios guitarristas, algunas mujeres cuyos nombres quedaron en el olvido, varios sirvientes y una artista de teatro y varieté, de nombre Rosaura, que viaja en el carruaje de Escayola. Corre por entonces el año 1872. La caravana tardó en llegar a destino unas dos semanas debido a múltiples paradas en estancias de amigos, fiestas y bailes que se organizaban casi todas las noches.
Al llegar a la estancia del fallecido Antonio de Souza Netto, los esperaba el personal de la misma, según órdenes dispuestas por su viuda, María Candelaria, quien con sus hijas María Antonia y Teotonia se hallaba descansando en la ciudad de Montevideo.
El regreso, entre idas y venidas por los alrededores, paseos en volanta, visitas a los cabarets de los pueblos cercanos, presenciar yerras, riñas de gallos, etc., demoró un mes.
Tras la muerte de Clara, su hermana Blanca Oliva, se hizo cargo de sus sobrinas Gregoria Amabalia y Clarita. María Lelia, al ser de la misma edad que sus sobrinas, estaba siempre con ellas y, de hecho, fue quedando al cuidado de su hermana Blanca.
Carlos Escayola, por entonces importante caudillo local del Partido Colorado, no deseaba que las niñas salieran de la casa debido a la gran cantidad de enemigos políticos que tenía y a un irracional temor a los inmigrantes que, a partir de 1872, se fueron instalando en la Villa por iniciativa del Padre Andrés Bagnati que hizo traer de Italia mano de obra para plantar extensos viñedos y trabajar telares fabricando ponchos y mantas que fueron muy famosos en toda la región. Por su parte, Blanca Oliva se dedicaba a la cría de gusanos de seda que, una vez tejida, teñía con colores siguiendo las técnicas aprendidas del Padre Bagnati que era todo un experto en esa tarea. Esta labor se les enseñó a muchos niños de la época en las clases de manualidades, paralelas a las de catequesis, que dictaba Blanca Oliva que, tal vez por las habladurías del pueblo, guardaba un notable distanciamiento con Juana Sghirla, su madre, que se desempeñaba como vicepresidenta de la Comisión del Hospital de Villa San Fructuoso.
En ese año (1872), Carlos Escayola decide construir una casa de veraneo en San Gregorio, pueblo fundado por el hacendado José Gregorio Suárez sobre unas tierras que poseía en el Río Negro, donando, el 25 de agosto de 1852, cuatro solares para la creación de edificios públicos en los espacios que el Gobierno determine. La Junta Económica Administrativa de Tacuarembó propone que el pueblo se llame San Gregorio y se levante en las inmediaciones del llamado Paso de Polanco considerada la zona mas adecuada. Este pueblo actualmente es conocido como San Gregorio de Polanco y allí Escayola compró un terreno frente a la playa para construir una casa de piedra y madera con pisos de mármoles que hará traer de Italia. Además hará levantar una pequeña capilla donde la familia y amigos celebrarán misa.
A poco de su retorno a Villa San Fructuoso, Escayola recibe en su casa la visita del escultor italiano Benito Recanatti, que le traía el busto en mármol de Clara Oliva encargado para el panteón que pensaba construir en el cementerio. Don Benito se hospedó directamente en la casa de Escayola, en la calle 18 de Julio, donde, después de terminar los bocetos del panteón y los perfiles de Juana y Blanca, anunció su regreso a Italia.

Segundo matrimonio de Escayola

En 1873, pasados dos años del fallecimiento de su esposa Clara, Carlos Escayola contrae enlace, en segundas nupcias, con Blanca Oliva (1849-1886), la hermana de su primera esposa. La menor, María Lelia, tenía por entonces cuatro años de edad.

Blanca Oliva 1849-1886
Segunda esposa de Escayola

Ese mismo año (1873), es nombrado Presidente de la República Oriental del Uruguay, José Eugenio Ellauri (1834-1894).
Después de su casamiento con Blanca Oliva, Carlos Escayola continuó con su vida habitual dedicándose, cada vez mas, a la política. Viajaba constantemente a Montevideo para entrevistarse con los caudillos mas importantes del Partido Colorado. Su figura fue creciendo y en la Villa llegó a ser considerado un hombre de consulta hallándose permanentemente rodeado de amigos. Por las noches era cosa frecuente encontrarlo en las orillas del poblado de la Villa asistiendo y apostando en los reñideros de gallos, bebiendo y participando en interminables guitarreadas. En 1874, Blanca Oliva da a luz a su primer hija, Natalia Aidina y, al año siguiente, a María.
El 15 de enero de 1875, el presidente José Eugenio Ellauri es derrocado por un motín militar y reemplazado, hasta completar el período presidencial, por Pedro José Varela (1837-1906) que asumió la Presidencia con el respaldo del ejército, el 22 de enero de 1875, y adoptó una política tan arbitraria e incongruente que prácticamente desembocó en una guerra civil. Deportó para La Habana (Cuba era aún colonia española) a sus enemigos políticos y agravó la situación financiera con la quiebra de los principales bancos del país. El 10 de marzo de 1876 fue obligado a renunciar y su año de gobierno ha quedado en la Historia como “El Año Terrible”.

Pedro Varela
(1837-1906)
Pedro Varela es reemplazado por su Ministro de Defensa, el coronel Lorenzo Latorre (1840-1916), quien se inclina mas por el ejercicio de un gobierno con características dictatoriales a lo largo de tres años hasta que, en 1879, es ungido Presidente Constitucional.


Durante el año 1877, Blanca da a luz a su tercer hijo varón, Héctor, y al año siguiente, 1878, tiene otra niña a la que bautizan con el mismo nombre que la madre: Blanca.

Aproximadamente, para esta época Escayola adquiere una estancia que es denominada con el nombre de su esposa: “Estancia Santa Blanca”.
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En esa propiedad, que se encuentra ubicada en la zona del denominado Valle Edén, Carlos Escayola hizo construir de inmediato un “mirador”, coronado por una gran sala con cuatro “ventanas-balcón” (una por lado), donde solían descansar durante las tardes de verano.



El mirador de “Santa Blanca” en la actualidad



Manuela Bentos de Mora
En 1877, llega, para trabajar en la estancia Santa Blanca, Dominga Salina, cocinera y mujer de limpieza que trae consigo a una hija suya llamada Manue-la Bentos de Mora la que habrá de desempeñarse como ayudante en las tareas que estarán a cargo de su madre.
Manuela Bentos de Mora nació el 17 de junio de 1868 y su padre, Benito Mora, entró a trabajar en la estancia poco tiempo después que su esposa e hija. Manuela contaba con 9 años de edad pero, posiblemente, como solía ocurrir por aquellos a-ños, anotaron su nacimiento tardíamente, pues representaba tener mucho mas edad, alrededor de quince años.

Escayola en el poder
La Constitución de la República Oriental del Uruguay establecía por entonces un régimen de gobierno unitario y centralizado. Cada Departamento era gobernado por un Jefe Político y un organismo llamado Junta Económica Administrativa. Esta Junta era elegida por el pueblo mientras que el Jefe Político era nombrado por el Presidente de la República. En 1879, cuando Lorenzo Latorre “legitima” su situación y pasa a ser Presidente Constitucional, Escayola es “elegido” miembro de la Junta de Tacuarembó.
Latorre, contando al comienzo de su gestión con el apoyo popular, intenta una recuperación económica y moral del país. Pero la mayoría lo abandona cuando al finalizar ese año (1879) se apropia, sin explicación alguna, del 50 % del premio mayor de la lotería.
En 1880, ante la censura general, Latorre renuncia y lo reemplaza Francisco Antonio Vidal (1827-1889) para completar el período.


Francisco Antonio Vidal
(1827-1889)

Ese mismo año (1880) nace el quinto hijo del segundo matrimonio de Carlos Escayola: Oscar.
En 1881, Manuel Suárez, Jefe Político de Tacuarembó, es obligado a presentar su renuncia ante ciertas irregularidades manejadas por la oposición, entre ellas la inexplicable desaparición de un vecino. En toda la Villa, ya se rumorea que el próximo Jefe Político será Carlos Escayola debido a la amistad que éste tiene con Máximo Santos, por entonces, Ministro de Guerra del Presidente Vidal. Y, en efecto, así ocurrió; ese mismo año (1881) Vidal designa a Escayola Jefe Político del Departamento de Tacuarembó. Inmediatamente su hermano Segundo Escayola pasa a ser el administrador de los bienes del flamante Jefe Político que ya no se podrá ocupar de sus propias cosas.
En 1883, Blanca Oliva da a luz a su sexto y último hijo: Washington.


El Departamento de Tacuarembó
El vocablo tacuarembó, de origen guaraní, deriva del nombre de una caña maciza, delgada, larga y sólida que es muy abundante en las costas de los ríos. Durante las guerras de la independencia los ejércitos construían con ella sus lanzas y, en tiempos de paz, picanas para los bueyes, cestos, esterillas y otras manualidades. Toda aquella región en la que abundaba este tipo de caña era conocida desde muy antiguo con el nombre de Tacuarembó y pertenecía al Departamento de Paysandú, uno de los nueve Departamentos en que, por entonces, se hallaba dividido administrativamente el territorio uruguayo.
La Villa de San Fructuoso nació por iniciativa del general José Fructuoso Rivera (1786-1854), militar y político uruguayo que en 1818 estableció, en ese paraje, ubicado a unos 400 Km. al Norte de la ciudad de Montevideo, un cuartel de campaña. Mas tarde, en 1828, después de lograr la Independencia de Uruguay como segundo jefe del ejército libertador encabezado por Lavalleja, Rivera pasó a ser el primer Presidente del nuevo país (1830-1834) y durante su mandato, en 1831, firma un decreto por el cual funda, en aquel paraje, la Villa de San Fructuoso.

José Fructuoso Rivera
(1786-1854)

En 1837, el Departamento de Paysandú es dividido en tres partes para dar lugar a la formación de dos Departamentos más: Salto y Tacuarembó. Con estas divisiones, el Departamento de Paysandú queda notablemente reducido en su extensión.
En marzo de 1839, José Fructuoso Rivera vuelve a ejercer la primera magistratura y, 30 años después de su muerte (en 1884) en el Norte de Tacuarembó se establece una nueva división territorial para crear otro Departamento, Rivera, que limita con Brasil. Aunque, por la creación de Rivera, el Departamento de Tacuarembó se redujo notablemente, continúa siendo aún en la actualidad “el pago mas grande de la Patria”, como suelen llamarlo los uruguayos.

Villa San Fructuoso
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la Villa de San Fructuoso, pueblo cabecera del Departamento de Tacuarembó, era un poblado muy tranquilo y silencioso, con calles de tierra y sin veredas, por donde circulaban carromatos, carruajes, carretones y carretas. Estas últimas, en más de una oportunidad, cuando giraban en las esquinas, rozaban las edificaciones arrancando y destruyendo puertas y ventanas cuando no, trozos de mampostería. Con el fin de evitar estos accidentes, se comenzaron a clavar en las esquinas, empezando por la calle principal, 18 de Julio, postes de coronilla, un árbol característico de la zona.
Sobre la misma calle 18 de Julio había una laguna de considerable tamaño que se hallaba rodeada por grandes sauces a cuya sombra los vecinos del lugar cazaban patos o se dedicaban a la pesca. En 1872, la mencionada laguna, es desecada y en ese lugar es inaugurada, al año siguiente (1873), la actual Plaza Colón. No era ésta la única laguna existente, otra, de menor caudal, se extendía a dos cuadras de distancia y con el tiempo también fue desecada para construir en el lugar las grandes y lujosas mansiones de la época.
Villa San Fructuoso era una pequeña población que se iba desarrollando con mucha lentitud. Los 4.000 habitantes que la poblaban en 1875, apenas si llegaban a 4.500 un cuarto de siglo después, es decir, en 1900. Sin embargo, a pesar del reducido ambiente, en San Fructuoso palpitaba una intensa vida social. Eran frecuentes las tertulias familiares donde entre mate y mate se escuchaba música o se jugaba a la lotería. Se asistía a los “conciertos” de las distintas bandas del pueblo y se organizaban importantes fiestas camperas en los alrededores de la Villa.
En 1881 se inaugura el Liceo Tacuarembó y en 1891 la Villa cuenta con 23 escuelitas públicas y una privada a las que concurren un total de 1.566 alumnos.
El 1º de mayo de 1891 llega el primer ferrocarril a San Fructuoso y el 31 de ese mes se inaugura el Teatro Escayola, del cual hablaremos en detalle mas adelante.
San Fructuoso tenía dos periódicos: “El Heraldo”, que apoyaba al Partido Colorado, en el que estaba enrolado Escayola, y “El Comercio”, que hacía una fuerte campaña política contra Escayola. “El Comercio” tenía como objetivo lograr la renuncia de Escayola y cuando, tras muchos años, ésta se produjo, dejó de aparecer.

Las minas de oro
El Sur del Departamento de Rivera y el Norte del Departamento de Tacuarembó eran por aquellos tiempos una región poblada por gran cantidad de hombres solos que habían llegado con la ilusión de lograr un rápido enriquecimiento debido a que lavando las tierras se solían extraer fácilmente pepitas de oro.
Ya desde el año 1860 los portugueses extraían pepitas en las orillas del arroyo Zapucay. Fue así que comenzaron a aparecer en la región cada vez más cantidad de inmigrantes europeos que instalaban sus carpas en las proximidades de las más de veinte minas que se fueron descubriendo en la zona. Muchos de estos hombres, ya habían retornado a su lugar de origen con una pequeña fortuna y por los comentarios que hacían en Europa, venían otros a probar suerte.
Si bien entre los inmigrantes había españoles e italianos, abundaban notablemente los franceses debido a que durante la guerra fueron aliados del gobierno contra los sitiadores rosistas de Buenos Aires. Esta circunstancia favorecía notablemente la llegada de franceses al Uruguay. No obstante, Clemente Barral Posada, ingeniero en minas español, obtuvo en 1867 la concesión para explotar las minas de Tacuarembó, llegando a ocupar casi 500 obreros, la mayoría llegados de muchas partes de Europa, atraídos por la mágica ilusión de un rápido cambio en sus vidas.

Departamento de Tacuarembó




Minina Flor

En el libro “Los Secretos del Coronel”, su autora, Susana Cabrera, menciona con este nombre a una mujer que realmente existió y que otros investigadores e historiadores no mencionan por su nombre aunque sí hablan de ciertos hechos que ésta protagonizó. Personalmente, desconozco si Minina Flor era un nombre o sobrenombre verdadero o inventado por la autora Susana Cabrera para darle mas realismo a su obra. Lo cierto es que esta joven mulata quinceañera, al igual que muchas otras, llegó de Brasil alrededor de 1877, para ejercer la prostitución, instalándose en una casa de piedra a orillas del río Zapucay donde se habían concentrado la mayoría de los buscadores de oro. Allí conoció a un portugués de apellido Bandeira que llegó con su esposa e instaló su carpa. La tal Minina se enamoró de él, dejó su “negocio” a cargo de una de sus pupilas y le prestó al hombre todos sus ahorros para comprar las máquinas que le permitirían extraer oro en grandes cantidades; pero la empresa fracasó y Bandeira abandonó a su mujer huyendo con Minina. La esposa sufrió un ataque de furia, destrozó los muebles y de un baúl cayó una fortuna en pepitas de oro que cargó en un carro y desapareció sin que jamás se supiera de ella. Un año después Minina Flor retorna a Minas de Corrales, abandonada por Bandeira y sin dinero.
Así aparece este olvidado personaje que, como veremos, tendrá mucho que ver con la parte inicial de nuestra historia.

Víctor L’Olivier
Los hermanos Biraben, comerciantes montevideanos, con negocios en Francia y vinculados a la colonia francesa, enterados de la existencia de las minas de oro, contrataron un experto en minas para examinar el terreno y obtener un informe acerca de las posibilidades que éste brindaba para su explotación. En el caso de que este experto aconsejara explotarlas se fundaría una sociedad con capitales extranjeros. Así fue como en 1877 llegó el ingeniero Víctor L’Olivier, gra-duado en el Politécnico de París, para estudiar la zona. Su nombre completo era Víctor Luis Alejandro María L’Olivier. Este hombre, al llegar, se instala en Cuñapirú, unos 5 Km. de la mina San Pablo. Los fines de semana viaja hasta la Villa de San Fructuoso y se aloja en el Hotel Gaye. Allí, en la Villa, entabla amistad con Carlos Escayola, a punto tal que comenzó almorzando con él casi todos los domingos y terminó hospedándose en su casa.
Al año siguiente, cuando el ingeniero retorna a Francia con los informes sobre las minas, Escayola lo acompaña hasta Montevideo para despedirlo en el puerto. El joven ingeniero, durante su estada en Tacuarembó, estableció relaciones sentimentales con María Luisa Gaye.
En París, presentó el resultado de sus investigaciones y tras el estudio de los miembros de la Compañía Francesa del Oro, aconsejó la compra de la mina “San Pablo” (llamada luego Santa Ernestina) ubicada a 5 Km. hacia el Sureste de Cuñapirú y por la cual el Gobierno uruguayo cobró diez millones de francos, una cantidad fabulosa para la época.

La Rosada
Villa San Fructuoso estaba por sufrir un rápido cambio: la gran cantidad de hombres que llegarían para trabajar en las minas, necesitarían un lugar de esparcimiento y mujeres para “atenderlos”. Carlos Escayola advirtió la posibilidad de realizar un gran negocio: abrir un cabaret.
Al finalizar 1878, el cabaret de Escayola estaba casi terminado. Se llamaría “La Rosada”, porque las instalaciones se hallaban pintadas de ese color, y estaría regenteado por una muchacha que es la que Susana Cabrera, en su libro “Los Secretos del Coronel”, menciona como Minina Flor. Por entonces ya había trascendido que los hermanos Biraben de Montevideo querían fundar en París una Compañía que se encargaría de enviar máquinas, personal especializado y una usina.
Según los informes del ingeniero, la cuenca del oro se hallaba en el rincón de los arroyos Cuñapirú y Corrales, pero la franja seguía mas allá de Corrales, pasando por Cerros Blancos, hasta llegar a Caraguatá: aproximadamente unas 200 leguas cuadradas.
Pronto se comenzaría a vivir en la región, la fiebre del oro: una época de extranjeros que vendrían a radicarse, de obreros que buscarían trabajo, de carretas contratadas que transportarían materiales para la usina desde Durazno a Cuñapirú. Directivos y funcionarios franceses llegarían con sus familias a Minas de Corrales donde construirían viviendas confortables y lujosas.
Villa San Fructuoso se convertiría en el centro de todo aquel movimiento. Por allí pasarían maquinarias, inmigrantes y mujeres que llegarían para trabajar en “La Rosada” o continuar viaje a Minas de Corrales. Escayola, atento a todo, compró diez diligencias y, en poco tiempo, pasó a ser el dueño de una de las empresas de transporte mas poderosas del país. Luego comenzó a adquirir casas viejas, que hacía reformar, para alquilarlas a los forasteros, transformándose en el propietario de una parte importante de San Fructuoso.
Al comenzar el año 1879, por encargo de Carlos Escayola, Minina Flor llega a San Fructuoso al frente de diez carretas transportando muebles, sillones, lámparas, cuadros, pianos, pianolas, alfombras, cajas de loza importada, etc... Regresaba de la ciudad de Montevideo con las compras para instalar a todo lujo el cabaret y llegaba a la Villa cuando ya había caído la noche, según lo convenido, para evitar las murmuraciones de la población.
La idea era muy acertada; el cabaret sería un gran éxito. Para su inauguración, Escayola invitó a los hombres mas célebres de la zona e, igualmente, a los principales políticos de la ciudad de Montevideo.
De acuerdo con lo que se había previsto, el cabaret se abrió el 14 de julio de 1879, aniversario de la fecha patria de Francia. A las 23 hs de aquel sábado invernal fueron encendidos los faroles a cada lado de la puerta principal. Susana Cabrera nos hace un interesante relato de aquel día en su libro “Los Secretos del Coronel”: “Una música de opereta recibía a los invitados vestidos de rigurosa etiqueta, algunos de ellos cubiertos con cuellos de piel o luciendo sombrero de copa y chalina blanca e indefectiblemente acompañados por el bastón de plata y oro. Al entrar, la sorpresa los hacía detenerse como aturdidos, la fascinación del lujo, la belleza y el despliegue de buen gusto, arrancaban exclamaciones de asombro, mientras la mas joven de las pupilas (...) vestida con una túnica transparente (...) los conducía ceremoniosamente a sus respectivos lugares”.
A partir de entonces, muchas de las, hasta entonces, supuestas “personalidades notables” comenzaron a concurrir, por las noches, asiduamente a “La Rosada” sin la menor preocupación por el hecho de encontrarse destruyendo los valores morales que, como importantes políticos habían predicado durante el día; y, desde entonces, muchas mujeres de San Fructuoso comenzaron a soportar calladamente a sus maridos que solamente eran “ejemplares” durante el día.

La Compañía Francesa del Oro
Mientras tanto, los capitalistas franceses tratan con el Gobierno la autorización para explotar las minas de Cuñapirú y de Corrales donde el oro es tan abundante que el historiador tacuaremboense Ramón González, aseguraba que, todavía alrededor de 1885, en su infancia, solía jugar a las bolitas, como otros chicos, usando pepitas de oro.
Entre los años 1878 y ‘79, lograda la autorización del Gobierno, se funda en París la “Compagnie Française d’Or de l’Uruguay” (Compañía Francesa del Oro del Uruguay) que una vez instalada en Cuñapirú nombra Director General de la misma al ingeniero Víctor L’Olivier que, según algunos periodistas de la época “mandaba mas despóticamente que el Rey de Túnez”. Y así debió ser, pues en enero de 1880, ante los malos tratos, se produce una rebelión de obreros que es reprimida violentamente dejando como saldo un tendal de trabajadores gravemente heridos que mueren sin poder ser atendidos, otros son trasladados con urgencia al Hospital de San Fructuoso pero, en su mayoría, no llegan con vida. A raíz de estos episodios se crea una Comisión de Ayuda a la que Blanca Oliva convence de la importancia de pagarles los pasajes de regreso a Europa a las viudas.
Al comenzar diciembre de 1880 el ingeniero L’Olivier se compromete formal y socialmente a contraer enlace con María Luisa Gaye.



Una de las bocas de las minas de Tacuarembó que
explotaba la “Compañía Francesa del Oro del Uruguay”

Los cambios sociales
Cuñapirú y Minas de Corrales (en el Departamento de Rivera), separadas entre sí por unos 9 Km. en dirección Norte-Sur, tenían como centro urbano mas próximo, a Villa San Fructuoso que se encontraba situada a 23 Km. de Cuñapirú y a 25 de Minas de Corrales. De esta forma, el triángulo integrado por estas tres localidades fue, durante varios años, una zona dedicada casi exclusivamente a la minería. Cuenta el historiador Ramón González que a partir de entonces... “Toda la región vive una época distinta. A diferencia de las hasta entonces costumbres locales en lo social y comercial, la época francesa trae (...) una manera de vivir europeizada”.



Desde entonces, la zona de Tacuarembó es mencionada, no sólo en Uruguay sino también en el resto de América y en Europa, como “la California Sudamericana” y, toda la región, en poco tiempo, se fue transformando en un lugar de diversiones nocturnas no sólo para los hombres de la Compañía sino también para todos aquellos que por su propia cuenta intentaban obtener algún beneficio en las proximidades de la zona que era intensamente explotada por la empresa.
La “Compañía Francesa del Oro del Uruguay”, era una poderosa empresa europea, con su casa central en París, que contaba, sólo en Tacuarembó, con mas de 1.000 obreros. Su actividad fue intensa: el camino que va de Durazno (terminal ferroviaria que partía de Montevideo) a Tacuarembó, mas de 250 Km., era recorrido permanentemente por unas 2.000 carretas contratadas no sólo en Uruguay sino también en el Sur de Brasil, Entre Ríos, Santa Fe y la Provincia de Buenos Aires, para transportar en forma incesante los materiales destinados a mantener alimentada en forma constante la usina.

Ramón González (1875-1961)

Cuenta el historiador tacuaremboense Ramón González: “Por los años 1885/87 gentes de todas partes, acudían en procura del preciado tesoro (...). Y consecuen-cia de ello tuvo Tacuarembó por ese entonces dos lujosos cabarets, en los cuales se realizaban fiestas a las que no faltaba lo mas selecto del sexo masculino del antiguo San Fructuoso, enfundados en levitas y jaquets de grandes faldones, y cubierta la cabeza con las galeras de alta copa. Uno de esos locales se llamaba “La Rosada”.



Nace Carlos Gardel
Escayola era un hombre elegante y despótico, tanto en el poder como en el seno de su hogar, y muy proclive a las aventuras amorosas. Tenía éxito no sólo entre las mujeres de Tacuarembó sino también de Montevideo y Buenos Aires. Muy generoso con sus amantes, dilapidó la mayor parte de su fortuna complaciendo los gustos y caprichos de muchas de sus mujeres. Sus biógrafos e historiadores coinciden en calcular que llegó a tener mas de 50 hijos naturales.
Escayola poseía interesantes inclinaciones artísticas muy claramente definidas; unas se hallaban orientadas hacia la música, era un discreto ejecutante de la mandolina y del piano, y otras se volcaban hacia el teatro, llegando a dirigir conjuntos vocacionales y hasta participando como actor en algunas representaciones. En el año 1880 realizaba estas actividades en un galpón ubicado en la calle Artigas, de Villa San Fructuoso.
En 1883, Escayola tuvo relaciones con su cuñadita María Lelia, dejándola emba
razada. La niña, que era su ahijada, contaba sólo 14 años de edad y, para tapar el escándalo, Escayola y la familia Oliva, ocultaron a María Lelia en la estancia “Santa Blanca” donde permaneció recluida hasta el alumbramiento. A raíz de ésto, Blanca, la segunda esposa de Escayola y hermana de la niña, intenta suicidarse.
María Selva Ortiz, en su libro “El silencio de Tacuarembó” (1995) cuenta que su abuela Bárbara Calcagno de Ortiz, nacida en 1897, le contaba:“Yo iba todas las tardes a aprender a bordar con la hija de Mariquita Piquillen de Machado, y un día hablando ella nos contó de las relaciones del Coronel con Juana Sghirla... también (nos contó) que siendo muy joven María Lelia había tenido un hijo de su padrino y que la habían llevado a la estancia ‘Santa Blanca’ a tenerlo... Mi abuela siguió contándome -dice ahora María Selva Ortiz- que cuando llegó a su casa, se lo contó a su tía que quedó muy enfadada con Mariquita ¡Como va a estar re-moviendo esas historias! Comentó indignada la tía. Su tía era muy amiga de la familia Oliva-Sghirla y además su esposo era masón, igual que el Coronel.
Mi abuela cree recordar que tenía alrededor de 13 años y Mariquita ya era una señora mayor, que tenía fama de conocer las historias de todo lo que sucedía en la Villa”.


Casco de la estancia “Santa Blanca” en la actualidad

La estancia en que María Lelia quedó confinada hasta el nacimiento del niño se encuentra ubicada en Valle Edén, localidad que se halla a unos 10 Km. al Suroeste de la ciudad de Tacuarembó correspondiente a la segunda sección judicial y originariamente era, propiedad de Gervasio Netto, cuñado de Escayola, ya que este estanciero en 1865 se había casado con la menor, y única mujer, de los tres hermanos de Carlos Escayola: Elodina Escayola (1847-1890).
En la mencionada estancia “Santa Blanca”, como la denominó Carlos Escayola cuando la adquirió en 1878, nació aquel niño que con los años llegaría a ser el famoso cantor (el primero, de la música rioplatense, que alcanzaría fama internacional) Carlos Gardel, uno de los tantos hijos extramaritales que Escayola nunca reconoció y menos en este caso en que el adulterio lo produjo en el seno de la propia familia y con una menor de edad.
Por otra parte, el Código Civil de entonces (hecho para proteger a los hombres) no admitía la inscripción de hijos extramatrimoniales si el padre era casado, según la Ley de Registro Civil del 10 de junio de 1880 que instituía la figura jurídica de hijo adulterino. Además, hasta el año 1916 en que se introducen algunas reformas, estaba prohibida la investigación de paternidad, cerrándose así toda posibilidad de esclarecimiento, pues Escayola falleció en abril de 1915.





Valle Edén
El Valle Edén forma parte del entorno de la Sierra de los Tambores. Los cerros cubiertos de vegetación albergan multitudes de especies de aves, destacándose las calandrias, dormilones y zorzales; estos últimos, a veces, han llegado a ser una verdadera plaga. El hecho de que Gardel, siendo aún desconocido, haya cantado por esos lugares fue lo que motivó el apodo de “zorzalito”, en alusión al ave que poblaba abundantemente aquella zona. Cuando luego en Buenos Aires se lo presentaron a Betinotti y éste lo oyó cantar, expresó: “¡Ma que zorzalito… este es un zorzal!”. Luego la Historia Oficial diría que Betinotti le puso el apodo de “zorzal”, para evitar toda referencia al origen del gran cantor.
Proliferan en Valle Edén variedades de cactus, blanquillos y otros vegetales. Tiene lugares pintorescos como Los Galpones, El Perao Caído, La Gruta del Chivo y el Pozo Hondo. En las cercanías del Valle Edén, se encuentra el Cementerio Indio donde se hallan las antiguas tumbas indígenas horadadas en las mismas rocas del Cerro Cementerio.
Sobre el arroyo Jabonería, se encuentra instalado en la actualidad, un puente colgante para poder cruzarlo cuando las aguas elevan su nivel.


VALLE EDÉN en la actualidad
Puente colgante sobre el arroyo Jabonería

A pocos metros del puente colgante se halla la estación ferroviaria Valle Edén inaugurada hacia 1891 (hoy clausurada).

VALLE EDÉN – Estación ferroviaria

VALLE EDÉN – antigua fotografía de la pulpería de Alberti,
frente a la estación ferroviaria Valle Edén

Frente a dicha estación ferroviaria, había una antigua pulpería, que fuera conocida como “La Pulpería de Alberti”. En la misma, Carlos Gardel cantó en sus comienzos, cuando era aún un desconocido e intentaba iniciar su carrera sin imaginar siquiera la fama que llegaría a alcanzar a nivel internacional. Aquella vieja pulpería hoy ha sido restaurada y remodelada para convertirse en un notable museo totalmente dedicado a la voz y la memoria del gran cantor tacuaremboense.


Julio
Cuando el niño nació, Escayola ordenó llamarlo Julio. Pero ya todos le decían Carlos o, mejor dicho, “Carlitos”, ya que nadie ignoraba que era hijo del Coronel. El nombre Julio sólo fue conocido por sus íntimos amigos, uno de ellos, Pedro Bernat, su representante en el Uruguay, dio el aludido nombre al cronista del diario “La Tribuna Popular” de Montevideo quien encabezó la noticia del de-but de Gardel, durante el mes de septiembre de 1929, diciendo: “Mañana debuta Julio Carlitos Gardel”.
Carlos Escayola era masón y entre sus amistades de la política, el silencio fue la consigna y se sometieron a ella cumpliendo así con una de las reglas básicas de la hermandad.
Tras el parto de María Lelia, nunca más se lo vio a Escayola junto a su esposa Blanca Oliva quien no volvió a dirigirle la palabra a su hermanita María Lelia. Por otra parte, el resto de la familia nunca más quiso viajar a “Santa Blanca” donde “Carlitos” quedó a cargo de la lavandera de la estancia: Manuela Casco.


La casa de Carlos Escayola, en Tacuarembó




Las madres solteras
Tal como ocurre hoy, las madres solteras inscribían sus hijos con su propio apellido; pero este niño no fue anotado y, en consecuencia, no existe documento que certifique su llegada al mundo. Por entonces, las madres solteras, eran mas frecuentes que hoy. El padre era una figura más imaginaria que real. Los varones criados sin la figura paterna formaban con la madre una pareja simbiótica, como lo muestran las canciones antiguas donde la “viejita” era todo. La mayoría de los hijos varones sin padre, desarrollaban sentimientos, muchas veces, tan confusos que llegaban a comparar el amor de la madre con el amor de la mujer. Cuando oímos en viejos tangos expresiones como “te quiero mas que a mi madre” o cosas por el estilo, no significa que el autor escribió una tontería, sino que el personaje de la letra es uno de los tantos hombres formados sin padre. De hecho, puede observarse la ausencia del padre en casi todas las canciones de esos años. El padre, en la canción rioplatense comienza a aparecer a partir de la década de 1940. Si lo hubo antes, fue sólo en forma excepcional. Esta ausencia era cierta en la vida real. De ahí los problemas afectivos de muchos varones de entonces. No ocurría lo mismo con la mujer que crecía con el ejemplo de la actitud femenina de la madre ante la vida. Por ello, difícilmente a una mujer le pasara por la cabeza la idea de decirle a su hombre “te quiero mas que a mi padre”.
Independientemente de la calidad de las letras, que a veces dejan bastante que desear, es importante estudiar los testimonios que dan las canciones populares sobre la vida y la intimidad de cada pueblo y de cada época. No hay documento mas valioso ni testimonio mas importante que la música popular cuando se quieren conocer valores y problemas de una sociedad a través de su Historia.